´´La verdad siempre es entendible, pero primero hay que descubrirla.´´ Algo así dijo Heidegger, el filósofo que se dedicó a investigar la naturaleza de la verdad y por qué no era bienvenida entre los hombres. Encontrarnos con una historia que revela los amores contradictorios entre apariencia y realidad, el choque entre lo que parece y lo que es, y ver esa embestida frontal en el marco del idealizado Caribe tropical, el nuestro, el que nos miente y al que le mentimos para negar su lado brutal , negro y más negro a fuerza de edulcorarlo, es una de las virtudes de esta magnífica novela que se disfraza de policial para que el descubrimiento de la penúltima verdad que nos señala sea soportable. La otra isla es el ´´otro´´ que todos ocultamos, lo que no se ve porque no queremos que se vea, y así, desde su rincón , destruye con sigilo lo mejor de cada casa, isla u hombres.
MI ISLA
Francisco Suniaga nos cuenta a la isla, a la Margarita de todos los tiempos desde la mirada propia que encuentra en el protagonista, Jose Alberto Benítez y en su coro de compañeros de tertulia , asentados en La Asunción, la mirada más ingenua y resignada acerca de cómo se siente la isla en el corazón de los perdedores. Huérfanos de tierra firme, de asideros, de lugar en la historia, y de éxito, el conjunto de amigos que se citan por las tardes a evaluar la vida de la isla en la isla, comparten el terruño como un salvavidas que los rescata y al mismo tiempo los hunde. Derrotados en todas las guerras, cansados de luchar contra el azar y el caos de una escenografía rebelde repasan y repasan, en cada una de sus reuniones intelectuales, los vicios y virtudes de su isla en un intento de domesticación, sabidamente inútil, pero que juega a darle sentido a ese disparate vital.
Todos la piensan, a la isla, todos rinden culto a la que solo existe en su cabeza, como una idea que los sostiene, entre el orgullo y la decepción, y se racionaliza para huir de su condición de marginados, periféricos del mundo que está más allá de la costa, y perdidos en esta fantasmagoría inverosímil que es Margarita la bella, la amable, la dulce y sabrosa, la luminosa, acogedora y humilde isla que esconde mucho más de lo que muestra.
TU ISLA
La mirada extraña nos pinta a la isla desde ojos alemanes. Los que vinieron a cumplir fantasías de sol y luz , y se quedaron a broncearse sin tomar precauciones. Los que decidieron aventurarse y correr todos los riesgos, más uno. Los que vienen a buscar razones a un mundo que se burla de la lógica y se van a punto de perder la razón. Los que entierran la razón derrotada. Los que se inventan una nueva lógica para sobrevivir.
Dieter, el cónsul alemán, la pareja joven de los Krautze,y la madre de Wolfgang dan cuenta del impacto del paisaje natural caprichoso, improvisado,delirante, excesivo, casi hasta el absurdo. El paisaje humano llega en forma de seres primitivos, animales felices e inmediatos que Dieter envidia y admira desde su cerebro ya invadido por los efluvios de la cerveza nativa que le abultan el vientre tanto como a los pescadores que observa. La vieja Sra. Krautze tropieza con el margariteño que se ocupa de la inmigración en el aeropuerto y sus ojos reseñan a hombres lentos, gordos, burdos, de sonrisas cálidas y gestos duros. El paisaje de asfalto es todavía más inconcebible: automóviles destartalados,edificios torcidos, a medio levantar, calles rotas, ruido atormentante, algarabía, un pandemonio donde no tener reglas es la regla. La Sra. Krautze no ha visto nunca nada igual, …y lo que le falta por ver..
NUESTRA ISLA
Ambas miradas intentarán reunirse en la pesquisa doble que la novela desarrolla. Por un lado la búsqueda de la verdad sobre la muerte de Wolfgang Krautze, ahogado en Playa El Agua , y la búsqueda del texto original del que sale el fragmento soñado por Benítez que constituye un enigma imposible de evadir. Las dos incógnitas abrirán las puertas para pasar al mundo oculto, al 70 % del iceberg que nadie puede ver y contra el que se choca irremediablemente.Las puertas a la otra isla.
Edeltraud Krautze viaja desde Alemania a Margarita para saber la verdad sobre la muerte de su hijo Wolfgang quien se ha ahogado en la playa, pero ella tiene un anónimo que acusa a su nuera alemana y a su amante margariteño de asesinarlo. Hay otra verdad en nuestra isla, o puede haberla.
Las investigaciones sobre el caso las hará Benítez, el abogado local, que habla alemán por haber estudiado en ese país, el que podía haber hecho tantas cosas que no hizo, esa promesa incumplida de felicidad con forma humana que también es isla y país. A ese le toca averiguar la causa verdadera de la muerte de Wolfgang, y ese viaje será realizado al corazón del realismo mágico experimentado en la vivencia doméstica, no en la literatura.Su contacto con la policía, el forense, el fiscal, el dueño del kiosco vecino al de la esposa de Wolfgang, Renata, en Playa El Agua; Richard, su amante; el gallero Fucho, forman un indescifrable laberinto de voces, un código encriptado de signos que levantan un muro desordenado e impenetrable por donde la verdad no se asomará ni que suceda un cataclismo. Nuestra isla tiene inscrito en su código de honor torpedear todo acceso a su ser real tras el telón gracioso del acento de los ñeros, la música dulce y lánguida , la luz casi divina de su sol , la transparencia benigna de su mar caliente. Pura trampa. En la que cayeron Renata y Wolfgang cuando quedaron hechizados por nuestra isla y se quedaron. La otra isla no perdonó la ingenuidad y la cobró caro.
En nuestra isla , Pedro Boada, ayuda a Benítez a buscar el fragmento literario que ha soñado en inglés. Boada es un psiquiatra sin título , castigado por revisionista cuando estudiaba su carrera en la antigua URSS, desencantado del comunismo, sigue preso de su credo fantasioso, que todavía lo ilusiona, en teoría. La práctica impide cualquier sueño. A la voz de Boada le debemos las líneas más claras y emotivas sobre la historia, avatares y debacle de la izquierda venezolana, incluyendo la llegada al poder del penúltimo monstruo. Nuestra isla sufre las atrocidades del régimen absurdo. El otro país acecha y gana la partida, tras la apariencia de una solución reivindicadora y justiciera. Hay otra revolución detrás de lo que nunca ha sido una revolución.
Boada busca trozos de literatura anglosajona donde pueda estar la clave de lo que ha soñado su amigo. Lo que encuentra pertenece a la otra isla.
LA OTRA ISLA
Los diarios de Wolfgang nos hacen bajar al infierno. La otra isla nos ametralla desde las peleas de gallos que se llevan el alma noble de Wolfgang, cuya estructura mental se desmorona frente al rito despiadado y sangriento de los animales en lucha. Un ritual cruel y descarado, un juego arcaico y promiscuo que hace hervir la sangre y calcina la razón. Que bestializa a los hombres, deseosos de perderse en él revueltos en alcohol barato, apuestas sucias y sexo brutal, combinación suficiente para destruir la cordura de cualquiera que venga de latitudes en línea recta. La otra isla lleva a Wolfgang al intento de suicidio, al alcoholismo, a la destrucción de su matrimonio, a su ruina. La otra isla encierra tal dosis de furia que lo deseable es lavarla ahogándose en el mar.
La búsqueda del fragmento original soñado por Benítez va avanzando en descenso hacia otra isla significativa. Empieza por el relato que hace Boada del caso Burakief , uno de los más absurdos de la literatura:un poeta joven y desconocido gana meritoriamente un concurso literario en la URSS con una obra que no respeta los mandamientos stalinistas sobre lo que el arte debe decir. Los jurados lo premian por su innegable valor. La KGB investiga quién es el osado y resulta que es un chico que confiesa no ser escritor y dice que le dictan lo que escribe. Lo internan en un psiquiátrico donde termina sus días sin crear ni un solo poema. Este prólogo que destaca el absurdo como desencadenante de una desgracia deshumanizadora abre la compuerta a la indagación posterior.
Joseph Conrad y George Orwell son los dos autores que Boada identifica con las líneas soñadas o dictadas a Benítez. Por escribir en lengua inglesa, principalmente. Por provenir de colonias sometidas a un imperio, por hablar de la otra cara de la civilización: la cara indecente de los amos, la falsa careta de protectores. Sobre todo porque ambos cuentan cómo se degradan los hombres al contacto con mundos que no entienden, que no se molestan en entender.Mundos que lejos de estar sojuzgados, aniquilan a los colonizadores enloqueciéndolos por la fuerza de su locura salvaje. La venganza es implacable y opera en registros indetectables a simple vista. De Conrad, nos muestra su impecable narración Lord Jim (se nos antoja un alter ego de Wolfgang y Benítez) y El corazón de las tinieblas; la historia de la más impía gesta colonizadora, la de los europeos en África. De Orwell, menciona uno de sus cuentos breves inolvidables, Matar un elefante, una joya que denuncia la degradación humana cuando lo colectivo se entroniza sobre el individuo y lo obliga a desnaturalizarse. A la luz de lo que la otra isla es capaz de hacer, vale la pena recordar una de sus mejores frases:¨Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano.¨
Nada de esto dará con el autor de las líneas que obsesionan a los dos personajes. La verdad, como de costumbre, está tan cerca que no se distingue. Se trata de ´´Luvina´´, memorable cuento del mexicano Juan Rulfo, que nos habla de la inmensa soledad de un pueblo cuyo único oficio es esperar la muerte entre olvido y miseria.Luvina es un purgatorio idéntico al que atravesó la Sra. Krautze cuando caminó por las calles de Porlamar a las 2 de la tarde bajo un sol de justicia para reunirse con Benítez y empezar su condena. Un círculo dantesco donde se eslabonan las sinrazones para acabar hasta con la fe en Dios, que está dedicado a hacerle milagros a la isla para que flote.
En la otra isla no hay verdad que valga. ¿Por qué el texto de Rulfo en inglés? El crimen de Wolfgang pudo serlo o ser un suicidio, un accidente. La verdad es caprichosa, indescifrable, resbalosa como la isla, como el país, como la vida.
Para mantener la cordura en las otras islas que somos y habitamos aconsejo acompañarnos de esta frase, justamente, de Conrad: ¨ Lo que hace trágica a la humanidad no es que sea víctima de la naturaleza sino que esté consciente de ello. En cuanto conoces tu esclavitud del dolor, de la ira, de la violencia comienza la tragedia.¨
Suerte.