poster-malefica20140311105652Maléfica: Cine Foro Asovep.-

Viernes 10 de Octubre 2014.-

Discutidor: Carmen Brandt.-[1]

Si bien es cierto que la película que vamos a discutir está inspirada en un cuento de hadas infantil conocido como La Bella Durmiente, creo importante aclarar de entrada, que el tema de la película no se basa en la historia de esta princesa y su príncipe, sino en la historia del personaje que da nombre a la película: el hada-bruja Maléfica.

Me encantaría poder extenderme en el análisis de algunos de sus personajes, sin embargo, por razones de tiempo y para aprovechar el nutritivo intercambio que sé que se producirá con sus preguntas y comentarios, voy a centrar la discusión en dos aspectos.

1.-  Una breve descripción de algunos de sus protagonistas: Maléfica y Estéfano, Aurora, Felipe, las Hadas y por supuesto, el magnífico representante de la capacidad para reflexionar o volver a pensar: el cuervo Diaval.-

2.- Tres paradigmas que nos presentan una perspectiva diferente, en esta película, respecto a su tema central del amor verdadero.-

Comencemos con los personajes:

Los libretistas enfatizan, desde el comienzo, en la necesidad de mostrarnos a la protagonista Maléfica como un ser bueno. No era mala de origen. Era una niña-hada huérfana y tan abandonada como quien será su archi-rival: el futuro rey Estéfano. En consecuencia, veremos cómo Maléfica crece muy sola y sin nadie con quien compartir sus inquietudes, especialmente, su enorme deseo de ser amada, así como sus hermosísimos dominios los cuales protege sin ninguna necesidad de control o poder sobre quienes allí habitan. Ella es el hada protectora que vela, con placer y disposición por el bienestar de este paraje encantado y quienes allí habitan.  No hay en ella ambición ni actitud de desafío ante autoridad alguna porque no es necesario. Allí, en su bosque encantado,  reina una armonía y equidad natural que ella debe preservar.

Quisiera agregar que, en la película, esta “equidad” viene dada por la naturalidad como son aceptadas y tratadas estas figuras “especiales”, los árboles, libélulas y los gnomos, a través de quienes se enfatiza que ser “diferente” o feo, no es problema ni sinónimo de maldad;  es por ello que estas figuras, como los árboles, pueden comportarse según las circunstancias: serán criaturas amables y cariñosas si son aceptadas y bien tratadas, así como monstruosas y terribles si son atacadas, despreciadas o alguien trata de destruirlas. La bondad y maldad coexisten en un mismo ser sobrenatural quien puede usar sus dones de ambas maneras. Mas adelante ampliaremos en este punto porque configura uno de los paradigmas que van a modificarse en este cuento.

malefica-12En consecuencia, para el caso de Maléfica, estamos hablando de una Hada-Bruja diferente de todos los personajes “especiales” del Bosque Encantado al que ella pertenece. Tiene figura y crecimiento de humana y dos poderosas alas símbolo de una incalculable potencia que le permiten moverse y volar con gran velocidad y destreza por todo su territorio, supervisando y garantizando el bienestar y la sobrevivencia de todos. Maléfica disfruta su papel de hada protectora. No es la reina del lugar aun cuando nadie osaría objetar la certeza y contundencia de sus poderes que se ponen de manifiesto, en su versión constructiva, reparando lo que se rompe y en su versión destructiva, convirtiendo los árboles en temibles guerreros, cada vez que su territorio es amenazado por el deseo del rey vecino de acabar con ello.

En contraste la película nos presenta, a través de Estéfano, el reino de los mortales. Criaturas “normales” pero vasallas, súbditas y resentidas al servicio de un Rey, Enrique, quien regula y ordena acerca de todas sus actividades sin mayor consideración que su criterio o beneficio. Si él se siente perseguido, en consecuencia, y por un mecanismo que nosotros conocemos como “identificación proyectiva”, así siente que está su reino, amenazado por el poder del bosque encantado;  esta es una verdad que no se discute y que debe ser defendida.

Así se inicia la trama de la película con la necesidad de destruir el bosque encantado, predio de Maléfica, dada la amenaza que representa el que ella, con los poderes que tiene, se niegue a aceptar y someterse a la autoridad indiscutible del rey de los mortales. Este rey fracasa en su intento y sólo desea que alguien lo ayude, eficazmente, a liquidar esta supuesta amenaza y así poder garantizar y extender sus dominios hasta incluir, con toda la voracidad y envidia posibles, el poder del bosque encantado. Estéfano calza en esta ambición y anula a Maléfica, aprovechando la supuesta amistad que había crecido entre ellos y el enamoramiento de ella. De este modo, se re-encuentra con ella e igualmente, a sus 16 años, la engaña a través de un afecto que no existe, para doparla y cae adormecida. Utilizando una cadena de hierro, único material al que Maléfica, como toda hada, es vulnerable, aprovecha para quitarle su poder-potencia y destreza al “castrarla” cortándole las alas. No puede matarla pero si la destruye emocionalmente al traicionarla, por lo que el terreno para el resentimiento y la revancha queda abonado, como veremos posteriormente, en la figura de Aurora.

Continuando con Estéfano, nos encontramos con un personaje triste y lamentable en su ambición y rencor. Huérfano y abandonado como Maléfica, se queda atrapado en su propio resentimiento; lo que quiere está en total desproporción con lo que es y con lo que puede. Situación que él no acepta; es decir, la vida de un plebeyo, en un granjero o de un sirviente. Su pobreza, externa e interna, lo llevan a añorar de forma idealizada, lo que cree que le corresponde: nada más y nada menos que la vida en palacio y como Rey. De este modo, no vacila en traicionar a Maléfica, dado que conoce su vulnerabilidad ante el hierro, y utiliza este conocimiento como el arma para lograr sus objetivos. Y esto se convierte en la verdadera encarnación del mal. Es decir, en la desaparición de cualquier escrúpulo con tal de lograr lo que quiere para su vida.

Estéfano, por supuesto, no disfruta de su logro producto del ataque envidioso ni de su nuevo estatus de poder, es decir, su reino. Recordemos la promesa del Rey Enrique de darle su reino y con él la mano de su hija Flor a quien lograra detener a Maléfica. Es por ello que el día del bautizo de Aurora esta recibe, entre muchos dones, un tremendo castigo, venganza ineludible de Maléfica, ahora convertida en Reina del Mal y a quien no le tiembla el pulso para actuar satisfactoriamente por revancha y le lanza el conocido maleficio. A Estéfano la culpa y el temor persecutorio no le permiten pensar. Todo lo que hace es para tratar de disminuir lo aterrador de su mal vivir. Incluso no puede, ni siquiera acompañar a su esposa moribunda, así como tampoco puede darle la bienvenida a su hija cuando regresa. Todo lo domina el miedo. El terror persecutorio que no le permite pensar. Quiere acabar con Maléfica en un desconocimiento sistemático de con quién se está metiendo a la vez que con una desestimación del daño que ella ha recibido, interna y externamente y como no puede arrepentirse, solamente le queda esperar su venganza. Es por ello que Maléfica, ahora sí, bien mala, no se detiene hasta verlo destruido. O en su defecto lo obliga, de rodillas, a implorarle que no condene a la bebita a muerte, cosa que ella modifica por un sueño eterno del que despertará cuando se cumpla un imposible: un beso de amor verdadero.

De este modo, vemos como a Estéfano lo arrastra su propia aterradora maldad como de la cadena con la que cree que tiene atrapada a una Maléfica que ahora sí sabe defenderse. De paso vemos también como, en esta película, ambas figuras parentales originales han quedado destruidas. No sirven.

Aurora se queda entonces muy feliz con su hada madrina. Quienes han muerto fueron sus padres y ella no parece percatarse, ni se muestra afectada, por la magnitud de tales eventos.  Más bien se siente segura y protegida por el amor incondicional de Maléfica, quien ve en ella, la posibilidad de unir ambos reinos.

Aurora es una niña-princesa medio buena y medio tonta, del tipo de personas conformes y que nunca hace preguntas, ni parece tener la necesidad de preguntarse nada, acerca de la forma en la que su vida acontece. Está feliz en su mundo para-normal y es tan “conforme” que hasta acepta a Maléfica atribuyéndole cualidades maravillosas, por vía proyectiva, suponiendo un aspecto protector en la sombra de Maléfica que desde niña la acompaña.

A medida que va creciendo y luego de haber logrado la heroica tarea de sobrevivir a las hadas madrinas encargadas de “cuidarla”, queda fascinada por la presencia constante de quien la ha acompañado cada minuto de su existencia y decide reconocerla como: “su hada madrina” protectora, ironía que Maléfica acepta gustosamente no sin sentirse algo perturbada. La bondad y belleza de esta niña es irreductible e irresistible. Su dulzura infantil empalaga. Nada de curvas ni voluptuosidades que, a futuro, permitan anticipar una belleza femenina adulta como la de su madre adoptiva, Maléfica, cuando tenía la misma edad, 16 años.

Aurora se muestra incapaz del más mínimo atisbo de “mala voluntad”; no puede anticipar nada acerca de su existencia y cae en la trampa del engaño, igual que su madre, y “actúa”, es decir, sale corriendo en búsqueda de sus verdaderos padres, a quienes, hasta ese momento, nunca parece haber extrañado. Recordemos que Aurora vive también en una gran soledad que parece no molestarle; permanentemente acompañada de “lo bueno”, sin contratiempos ni dificultades y a merced del mundo de su fantasía, dueña y señora de sus deseos. No resulta casual que sea Aurora quien, hacia el final de la película, devuelve la potencia a su madre adoptiva al encontrar y recuperar las alas amputadas y lograr que se anule el otro maleficio: el que produjo la traición de aquel amor verdadero.

Aurora sobrevive gracias a los cuidados de un personaje extraordinario y, para mí, el mejor logrado de la película: Diaval o el cuervo. Es un humanoide quien, a pesar de su función de servicio, no es servil sino reflexivo. Atento a lo que pasa más allá de la forma externa que tenga. Es capaz de darse cuenta de la ineptitud de las hadas al encargarse de esta hermosura de bebe y le permite tomar del cáliz de las flores garantizándole que ese sea su alimento. ¡Quien sabe cuántas veces más tuvo, este pajarraco, que encargarse con diligencia y prontitud de la sobrevivencia de esta niña! Él no debía perderla de vista. No podía dejarla ni a sol ni a sombra.

Lamentablemente, nada podría impedir que se cumpliera el maleficio. Ni siquiera, como pretendió el rey Estéfano, acabando con todas las ruecas del reino. Quisiera hacer un paréntesis para  destacar cómo la película nos muestra lo inútil de pretender anular nuestros deseos inconscientes de destrucción, si nos quedamos creyendo que lo que hay que destruir está sólo a nivel de lo externo. El deseo reprimido reaparecerá, una y otra vez, cuando menos lo esperemos, dando la impresión de que actuamos porque estamos como poseídos por un maleficio. De este modo se cumple el verdadero hechizo: resulta inoperante y es cada vez más aterrador, pensar.

Es por ello que, Diaval, marca el contraste. Piensa. No le falla a Maléfica en ningún momento y es testigo privilegiado de su arrepentimiento. Observa perplejo la efectividad del beso de amor verdadero, que conjuga el dolor de corazón y remordimiento de Maléfica  junto al perdón de la princesa. De aquí que está dispuesto a serle fiel a su ama hasta el final cuando está a punto de ser vencido como dragón en el último duelo.

Esta valentía y coraje mostrada por Diaval en todas las empresas que acomete, también marca un notorio contraste con Felipe, nuestro inútil príncipe. No sirve ni para romper el maleficio a pesar del intento de Maléfica. Está perdido en su masculinidad y como hubiese dicho nuestro siempre recordado Dr. García, en sus oficios de Caballero. Es insípido y sin la potencia necesaria como para mostrarle a Maléfica que esa mujer, Aurora, no es de ella sino de él quien tiene con qué protegerla y desearla apasionadamente. ¿Será que también se trata de un príncipe-niño? Tal vez; pero el problema radica entonces, en lo que de él se espera. Se espera que actúe como un príncipe y valiente. No tímido y como si se hubiera equivocado de cuento. Creo que coincidiremos en lo suficientemente expresiva que es la representación hecha en la película, de nuestros adolescentes-infantiles Aurora y Felipe quienes, al flotar dormidos, aparecen como víctimas pasivas que muy poco o nada pueden hacer en el cambio del fatídico destino que se cierne sobre ellos. Van como “flotando” en la vida, adormecidos, a la manera de títeres de la voluntad de otro, “adulto”, que es quien decide por ellos.

Y así andan también los últimos personajes a los que voy a referirme. Son las muy lamentables hadas madrinas.  Se trata de otros personajes presentados como si fueran tontos o como si hubiera la necesidad de ridiculizarlas. Desconozco el por qué. Son tan inadecuadas que creo que Aurora no fallece de bebe, porque parte del hechizo garantizaba que iba a crecer en gracia y belleza, para no morir antes de los 16 años y que se cumpliera el maleficio. Efectivamente, si hubiera sido por estas guardianas, muere de hambre y negligencia. En los predios de Maléfica, Aurora hubiese sobrevivido sin ellas. Además, no son unas Hadas aguerridas: las únicas capaces de brindarle a la niña una opción de sobrevivencia. Muy por el contrario, ellas se encuentran molestas con la responsabilidad que les ha sido encomendada. No sólo porque no saben hacerlo sino porque no pueden aprender. Es una obligación impuesta y que aceptan por temor a las represalias del Rey Estéfano, más que por estar conscientes de la magnitud del poder de Maléfica quien, además, las trata como se espanta una plaga molesta; como si fueran bichitos de un poder insignificante y no fuerzas antagónicas entre el Bien y el Mal que ambas representan.

En el cuento original aun cuando estas hadas no tienen el poder de Maléfica, son las llamadas a modificar el hechizo original que condenaba a Aurora a morir al pincharse el dedo con el huso de una rueca. De hecho, es el hada Primavera la última hada quien interviene y cambia el fatídico destino de la princesa por el caer dormida y ser, eventualmente, despertada por el primer beso de amor verdadero.

En los cuentos de hadas de antes, este antagonismo entre el bien y el mal, estaba clara y directamente representado por figuras bien diferentes. En esta película no es así y constituye el primero de los paradigmas que se modifica y del que voy a hablarles:

Nos encontramos con que, lo bueno y lo malo, como ocurre con Maléfica, pueden coexistir en una misma persona.  No hay héroes ni villanos bien definidos. Se puede ser bueno y malo según las circunstancias.  Bondad y maldad no se excluyen porque, entre otras cosas, son relativas. Ya no vemos que el bueno será el encargado de luchar contra las fuerzas del mal que se oponen a que triunfe la felicidad producto del amor verdadero. De este modo, lo bueno y lo malo, que todos tenemos, se van a desarrollar y potenciar del mismo modo que pueden desaparecer o anularse, según las circunstancias. Es decir, la película nos plantea que hasta los muy malos pueden rectificar y los buenos, puede resultar que no lo eran tanto, porque en el fondo son unos falsos. Nos encontramos, además, con que los héroes, las hadas “buenas” y las “malas” dudan; no saben qué hacer, están perdidos, son increíblemente torpes o llenos de un profundo desconcierto. Ya no son tan “perfectos”. Esto resulta tan novedoso como el deseo de Maléfica de revertir su hechizo infructuosa y desalentadoramente.

Como consecuencia de lo anterior se modifica un segundo paradigma: la existencia del amor verdadero como consecuencia del amor de pareja. Ninguno de los protagonistas cree en ello. Es tan así que cuando Maléfica lanza el hechizo sobre Aurora sabe que no habrá solución posible en el efecto producido por el beso del amor de pareja. Ya sabemos que ella, ha sufrido un tremendo desengaño y una dolorosa traición de su amigo y primer objeto de amor: el ambicioso Estéfano. De este modo y para sorpresa de ellos mismos, el amor verdadero, indispensable para la disolución del hechizo, va a producirse dentro de una relación filial, tierna, de admiración y protección, ternura y consideración no eróticas y que no tiene que ver con la atracción sexual y romántica, de pareja, tradicionalmente conocida entre quienes se atraen. Irremediable y apasionadamente, agregaría yo.

m26La relación que tiene fuerza es la de Maléfica y Aurora. Desde el punto de vista psicoanalítico esto se produce como parte de un sistema de identificaciones proyectivas – introyectivas entre ambas, que se alimentan de la fantasía de encuentro entre una madre y una hija. La hija que Maléfica hubiera querido tener de Estéfano y la madre que Aurora siempre quiso tener. (No deja de llamar la atención que, en esta película, la verdadera madre de la princesa, brilla por su ausencia, no existe y a nadie le interesa. Aurora nunca extraña a sus verdaderos padres ni siquiera cuando ya sabe la historia de su existencia).

Es por ello que además de ser, el amor entre ellas, la verdadera fórmula para romper el maleficio, Aurora es recompensada por Maléfica con una protección absoluta e incondicional hacia la hija destinada a continuar con su legado y unir sus reinos. No obstante, me quedo con la idea de una madre omnipotente y omnipresente en el destino de la hija y una hija tan cegada por el poder de la madre que no quiere sino vivir con ella. Notemos que es la madre Maléfica la que acerca y permite a un Felipe más bien adolescente y pacato.

Esto nos lleva al tercer paradigma que es el que nos muestra el cambio que se produce en las figuras protagonistas femeninas y masculinas, en comparación a las cualidades que las mismas exhibían y las caracterizaban en los cuentos de hadas de antes. Ahora, en los caballeros ya no se encuentra ningún príncipe encantador ni pizca de gallardía, valentía o algo que se le parezca. Al realizar el análisis de esta película me resultaba difícil no comparar al príncipe Felipe de este cuento con la heroica imagen del príncipe Felipe de antes, cabalgando en su brioso corcel, dispuesto a luchar y vencer por su amada, corriendo como un desaforado por el camino al palacio y acabando con todos los obstáculos para vencer a Maléfica y me quedo perpleja.

En esta historia, se privilegian dos variantes de comportamiento en los hombres: la primera, hombres ambiciosos, peculiarmente poco atractivos, de incalculable codicia y maldad, capaces de engañar y destruir acabando con lo que se interpone en sus planes. La segunda, hombres tontos como el príncipe Felipe quien parece más un niño que no tiene idea de para qué está en esta historia porque, ni como conquistador del amor de su amada, sirve. Pareciera necesario destacar, en contraste, la figura poderosamente fálica de Maléfica; proporcionalmente mala según el deseo de destrucción de sus contrapartes masculinas.

De este modo el “y vivieron felices por siempre” también conocido como “happily ever after” no se debe a la tenacidad de nuestros héroes jóvenes. A la persistencia y fuerza de su amor.  Como señalaba en el punto anterior, parece que en la pareja no hay un amor con fuerza para enfrentarse a las fuerzas del mal o de lo que sea y ganarle a la adversidad, sea cual esta fuese; por ello la fuerza que transforma cualquier hechizo no está en el beso del amor de pareja. Entre un príncipe y una princesa.

Considero que es especialmente necesario poderlos construir en la mente de cualquiera de nosotros, en nuestra imaginación, en un momento determinado e importantísimo de la existencia. Sentirnos amados y deseados por primera vez en la vida en la triangulación Edípica, aunque ello constituya la primera forma de desengaño del amor verdadero. ¿Será que este proceso mental y emocional ha entrado en decadencia? ¿Cómo se podrá recrear ser un príncipe o una princesa para los padres si, como nos muestra esta historia, ya no hay padres con quienes hacerlo?

Espero haber compartido con ustedes algunas de las interesantes reflexiones que permite esta singular película que pretende justificar, de una manera bien diferente, la presencia del bien y el mal así como establecer una cierta posibilidad de transformación, a través del arrepentimiento y del perdón, como señales del amor verdadero.

Me gustaría, ahora, abrir el espacio para escuchar y conversar acerca de sus preguntas y comentarios.

Muchas Gracias

 

[1] Psicólogo, Psicopedagogo y Psicoanalista de Niños y Adolescentes.-