UNA VISIÓN PSICOANALÍTICA.
Realizado por: Dr. Ezequiel Sarshalom Cohen.
Seguiré la secuencia de las escenas; cada una separada, por un párrafo.
Se muestra, con impacto cromático, el destino de Eva. Feliz, es cargada en medio de una marea roja (tomatina), como crucificada, en éxtasis. Pudiera también representar su propio nacimiento violento, por la cantidad de tomate-sangre. La fuerza simbólica del color rojo nos recordara siempre la fuerza de Tánatos.
Imágenes donde lo sensorial siempre estará presente y que nos contactara con lo más primitivo de las psiques de Eva y Kevin: sobresalen cortinas rojizas, comida como descompuesta con salsa de tomate, pastillas regadas (antidepresivos). Sale a la calle y el picaporte roto de la puerta se queda en su mano. Hay una ruptura entre su mundo interno (casa) y el externo (calle). La fachada de la casa y el parabrisas del carro teñidos de rojo. Una violencia interna y externa inunda el mundo de Eva.
Eva introduce su cabeza en agua y su rostro se confunde con el de Kevin. Nos introducimos en la simbiosis de los protagonistas. Son muy parecidos en lo externo y en lo interno. Inmediatamente después, Eva se ve al espejo, una imagen borrosa por el vapor. Lo limpia para reconocerse, un intento de diferenciarse-separarse.
Eva limpia la sangre- pintura con su limpia-parabrisas, para ver el afuera (exterior). Inicia el trabajo de reparación, de ver-se para ir limpiando lo agresivo. No solo en el afuera, también dentro (interior) de ella. Con sus asociaciones- vaivén de su psique mostrado por las escenas presentadas sin continuidad temporal- intenta «armar» el rompecabezas de su mente «fracturada» por el desgarrador trauma.
Eva va a buscar trabajo en una agencia de viaje. Un lugar perdido en el pasado, decadente. Muy diferente al lugar donde antes escribía. Su viaje interno, también prosigue. Mientras espera ser atendida, saca pintura roja de su cabello, intenta sacar lo violento de ella, lo que le permitirá ir pensando en lo ocurrido. Un afiche, en el que se ve una pareja, dice: «viaje para enamorados», se despega por el aire que emite un ventilador y parece volar. Ella solía viajar con Franklin. Eso acabó, voló. Le ofrecen un trabajo de archivar- ordenar y lo acepta. Es mucho lo que tiene que ordenar en su mente.
Desde que queda embarazada de Kevin todo cambia para Eva: ve con asombro su vientre abultado. Su rostro es de consternación. No quiere estar embarazada.
Del embarazo se pasa, inmediatamente, al primer encuentro de Eva con Kevin en la cárcel. Ya Kevin había estado preso en el vientre materno, Eva lo rechazó desde su concepción. Kevin mostrara, en respuesta al rechazo materno, un odio instintivo (pulsional) hacia su madre. Kevin va sacando de su boca trozos de uñas que va colocando alineadas en la mesa. Es la lúnula o porción de las uñas conformadas por células vivas, que acostumbramos cortar. Así se representa, la «expulsión» oral de lo vivo afuera de él, como una manera de proteger internamente lo poco de libido (pulsión de vida) que tiene de lo mucho de destructividad (pulsión de muerte) que predomina. Es interesante notar cómo Eva se aprieta las uñas mientras lo observa. Se muestra la indiferenciación. Kevin saca sus uñas de su boca y Eva parece sentir dolor en las suyas.
En el parto, la enfermera le dice a Eva: » Deje de resistirse». No quiere a Kevin afuera, como no lo quiso adentro. Una imagen aterradora del rostro de Eva se refleja en la superficie metálica de la lámpara de la sala de parto. La imagen representa la emoción terrorífica de Eva y también al «bebé» que sintió ese terror in útero: la frustración, el rechazo, la rabia, el odio, etc. de Eva. Es lo que reconozco como el elemento innato- constitucional de la pulsión destructiva que trajo Kevin. Así, como lo nutrió de vida por el cordón umbilical, así también se nutrió de muerte desde lo pulsional-emocional de Eva.
Eva con una lija eléctrica (es necesaria mucha fuerza psíquica) comienza a sacar-limpiar la pintura roja de la fachada de la casa; al mismo tiempo se va dando la reparación dentro de ella: Eva va reconociendo su realidad psíquica en sus pensamientos y asociaciones, vivencia el dolor que esta le causa y desde ya y en el desarrollo de la película veremos cómo adoptará acciones para reparar, mientras va pensando sobre lo que siente.
Eva hace lo que está en sus manos para calmar a Kevin-bebé. No sabe cómo calmarlo, porque ella no sabe cómo calmarse. Su frustración y violencia es la frustración y violencia de Kevin. En su mente no había «útero» para este bebé y no sabe como contenerlo. Es un bebé muy angustiado y desesperado. Las contracturas y muecas musculares del rostro de Eva, mientras intenta calmar a Kevin, son intentos de contenerse y contenerlo. Se desparrama y el bebé hace lo propio. Es incontenible y no tiene quien lo contenga.
En el paseo con el coche, Eva no aguanta el llanto de Kevin y coloca el coche al lado de un obrero que taladra el asfalto. Es la manera violenta y psicótica de devolverle a Kevin la agresión que ella siente en sus tímpanos.
En su contacto con Franklin, Kevin-bebé se nota plácido. Queda claro que la violencia de Kevin, desde su nacimiento, está dirigida a su madre.
Eva sigue lijando la pintura de la fachada. Saluda a un vecino que le responde el saludo de buena manera. Otros la observan con rabia y otros la agreden físicamente. Todos estos vecinos, en su mayoría violentos, son también aspectos de Eva que se culpa con violencia (superyó severo). Es parte de su elaboración del trauma, en la que la culpa persecutoria se muestra a momentos (e.g.: cuando se esconde en el supermercado) y depresiva (e.g.: vecino que la saluda sin condenarla) se superponen. Eva acepta las agresiones, porque siente culpa por el daño irreparable que le causó a Kevin y por la masacre que este llevo a cabo. Sin embargo, sigue su vida con escasos o nulos momentos de parálisis y su psique integra, conecta, une (Eros).
Cuando va a pagar en la caja del supermercado, se percata de que los 12 huevos que compró están rotos; sin embargo, se los lleva. El huevo, en la reproducción sexual, es la célula que resulta de la unión del gameto masculino con el femenino. Los huevos rotos simbolizan al hijo «roto», dañado.
Eva hace una tortilla con los huevos rotos. A medida que va comiendo (incorporación), intenta, en lo inconsciente y de manera muy primitiva una introyección oral del gameto dañado. Mientras come, va sacando de su boca, y alineando en el borde del plato los pedazos de cáscaras de huevo (calcio, elemento químico fundamental para la vida), en acción idéntica a la realizada por Kevin con sus uñas en la primera visita de Eva a la cárcel. A este acto de Eva le doy el mismo significado que al de Kevin. En ambos casos hay un acto que puede interpretarse como la expulsión oral de vida (uñas-lúnula, cáscara del huevo-calcio, previamente, incorporadas) para separarla de lo malo, de la muerte, que hay dentro de ellos (introyección- proyección).
Eva se sienta en frente de Kevin e intenta enseñarlo a devolver la pelota roja que ella le lanza. Kevin no responde. El sentimiento ambivalente de Eva, amor y odio hacia Kevin, está presente en toda la película. En Eva la mezcla de las dos pulsiones se hace más clara. En Kevin la des-mezcla, con predominio de la pulsión de muerte, predomina.
Eva, en su intento de encontrar una explicación médica a lo que observa en Kevin, busca la ayuda de un pediatra. Le dice al médico que Kevin gritaba mucho y que eso pudo afectarle el oído. Proyecta en Kevin la afectación de su propio oído (el de Eva) y busca «autismo» en Kevin, sin poder ver su propia desconexión afectiva «autista». Signos claros de simbiosis que se expresan como confusión. Llama la atención que los dos hombres que aparecen en la película (Franklin, el padre, y el doctor) no parecen escuchar o no pueden entender la preocupación de Eva. No hay ninguna alusión al padre de Eva que nos permitiera entender su conflictiva Edípica. Más adelante tendremos una pista, cuando aparezca la madre.
Kevin se niega repetidas veces a llamar a Eva mamá con un: » no! «. No la reconoce como mamá, parece vengarse del no reconocimiento previo de la madre hacia él.
Eva regresa a su casa en una noche de Halloween. Es una escena con una carga muy alta de persecución. Eva no sabe dónde esconderse. Los disfraces de los niños de diferentes edades que la rodean y la atacan, porque no tiene caramelos para darles, son también los «fantasmas» internos que la persiguen, son muchos Kevins. Eva no contó con el amor-dulce caramelo para calmar el odio de Kevin y le devolvió odio. Quizá, el odio constitucional de Kevin era tan intenso que no existía amor capaz de contenerlo. Esto, se resumen en la siguiente escena.
Eva mira a Kevin de frente y le dice: «Mami era feliz antes de que el pequeño Kevin llegara. Ahora se despierta cada mañana y desea estar en Francia».
Llegan a la nueva casa. Franklin dice: «Aquí estamos familia, en nuestro propio castillo». Franklin niega, escinde y proyecta el aspecto odioso de Kevin y solo ve al buen chico. El aspecto malo, envidioso (de ataque a lo bueno) de Kevin, Franklin lo coloca en Eva. Objeto muy favorable para la proyección, porque Eva tiene rabia y siente rechazo hacia su hijo. Franklin la ve «doblemente mala» y este aspecto progresará hacia el deterioro de la pareja Eva-Franklin.
Siguen, inmediatamente, dos escenas con el mismo contenido en la nueva casa y en la cárcel: Eva y Kevin sentados y distanciados, no pueden verse de frente. En casi idénticas posiciones, uno parece ser el reflejo del otro en un espejo. Simbiosis y odio.
Al mismo tiempo, va tomando lugar en Eva la culpa depresiva que la ayuda a organizar su mente y su vida. Es esta culpa la que conduce a la esperanza y permite que se inicie la reparación. Eva huye al ver a un joven que representa esta esperanza, el joven la detiene. Es una de las víctimas de Kevin, un joven en silla de ruedas. Quedan enmarcados entre dos carros rojos. El joven la saluda, le dice que está bien y podrá caminar de nuevo.
Continúa el trabajo de elaboración y reparación. Sigue limpiando, sin detenerse y con fuerza, la pintura roja del suelo de su casa. La tarea de reparación es ardua. Sus manos, ropa y cara están teñidas de rojo. Vemos cómo, a través de las escenas y de forma oscilante, va «limpiando»- reparando su mundo interno.
Eva comienza a decorar un cuarto, forrando las paredes con mapas y recuerdos de los lugares por los que ha viajado y que la llegada de Kevin interrumpió, al igual que en la siguiente escena.
Kevin presencia la escena primaria, interrumpe una relación sexual entre sus padres. Le dice al padre que se hizo pupú. Hay un ataque anal sádico al vínculo papá-mamá. Es el Edipo temprano, que no tolera la exclusión y ataca con heces a la pareja. Eva en vínculo oral amoroso con Franklin es atacada con heces sucias (sadismo anal) por Kevin. El ataque anal sádico se hace irrefutable cuando Kevin toma una pistola de pintura y mancha-ensucia todo el trabajo creativo de Eva, que es también el ataque a lo «creado» por Eva y Franklin, es decir, atacando se ataca a él mismo. Ataca, envidiosamente, todo lo que era Eva antes de Kevin, incluida su relación con Franklin. Es el ataque al vínculo: anal (pintura que ensucia) y uretral (pistola-pene). Kevin ataca todo lo que sea unión de Eva con alguien o algo que no sea él y, al mismo tiempo, ataca su propio pensamiento (psicosis).
Un sonido de fondo, el del riego automático de agua del jardín (con el que se inicia la película), advierte otra escena de gran violencia, otro crimen. Eva ve las paredes, el resumen de su vida y trabajo, ensuciado con pintura. Observamos en Eva una respuesta igual: pisa y rompe con rabia y de manera repetida, con sus zapatos, la pistola cubriendo su calzado y pies de pintura roja. Hace uso, también de su agresión anal, proyectándola afuera.
Kevin quedó atrapado en una relación simbiótica con la madre, en la que el vínculo predominante es la envidia (ataque a lo bueno materno). Kevin no logró identificarse con el padre que ama a mamá. Se quedó en el odio con mamá. Se quedó unido al pecho malo, como parcialidad de lo materno, en su Edipo temprano. La particularidad de esta relación es que la violencia es bi-direccional, la identificación proyectiva de la agresión de madre a hijo y viceversa. En Franklin actúa una negación extrema (psicótica) como defensa de una realidad muy dolorosa, quedando excluido por la diada Kevin-Eva que se pierde en la fusión.
Kevin le dice a Eva dos cosas importantes en su visita a la cárcel:
1) «La cosa más honesta que hiciste fue esta cicatriz». Kevin se refiere a la marca que le dejó la fractura ocasionada por Eva al lanzarlo contra la pared, y al odio que ella siente hacia él. Lo honesto fue mostrarle su agresión. Fue como decirle: me demostraste tu odio.
2) «Como a los gatos, le meten la nariz en su mierda y aprenden a hacer pupú en la caja». Se relaciona con el hecho de que él necesitaba que le pusieran límites extremos a su sadismo anal, a su propia agresión- odio.
En las escenas, en las que hijo y madre hablan en la cárcel, es cuando Kevin se muestra más coherente. La cárcel representa la firme contención que necesitaba para lograr estructura psíquica.
Kevin muestra su incontinencia en un acto agresivo oral y anal. «Disparando» números, sin detenerse. Lo propio hace Eva desafiándolo. Se violentan mutuamente. Kevin evacua en su pañal, «cagándose» en Eva quien logra contenerse-lo y lo cambia. Incontinencia de Kevin que castiga violentamente el amor de la madre que no contuvo, que no recibió. Kevin la vuelve a atacar con sus heces y se da el momento de máxima violencia en Eva: le fractura el brazo a Kevin al lanzarlo contra la pared.
Eva habla en tercera persona: «lo que hizo mama está mal y mamá se disculpa». Habla en tercera persona porque, aunque lo intenta, no se siente mamá.
Kevin debe mantener el vínculo de odio en privado. Es entre Él y Eva. Le dice al padre que su fractura fue producto de una caída. Eva actúa de manera cómplice. Se hace clara la relación de control violento entre ambos, lograda vía identificación proyectiva, en la que tanto Eva como Kevin parecen estar de acuerdo de manera latente. El acuerdo inconsciente entre ambos pudiera formularse así:
Kevin a Eva: – Eva, si me concebiste sin contenerme ni desearme afectivamente, sino odiándome, ahora yo te voy a odiar y tú te vas a aguantar.
Eva a Kevin: – Sí, Kevin, yo me siento muy culpable por el daño que te he hecho, por odiarte. Tú mandas.
Ambos mantienen así, un vínculo con predominio de Tánatos.
Kevin «la premia» por mantener el «acuerdo» y controla sus esfínteres. Da una muestra falsa de contención.
El control de Kevin sobre Eva es absoluto. La chantajea, proyectando en ella culpa, vía identificación proyectiva. Eva es ahora «la niña» que imita y se burla de Kevin. Se pierden los límites entre uno y otro y la perturbación de Kevin va en aumento. Madre e hijo parecen atrapados en la locura.
Kevin está muy pendiente de Eva y, antes que Franklin, advierte su embarazo.
Kevin no quiere un intruso entre Él y Eva. Sabe muy bien de donde vienen: «el pipí en la vagina». Mientras Eva le anuncia su embarazo, Kevin va rompiendo lápices- penes que va echando con rabia en una caja-vagina. Representa el ataque al vínculo pene-vagina y/o unión mamá-papá. Quiere mantener el vínculo odioso exclusivo con la madre. Lo tanático en Kevin se incrementará con la llegada de la hermana.
Desde el primer encuentro de Kevin con su hermana, Celia, comienza la agresión y la envidia, atacando a la hermanita. No cabe hablar de celos por la llegada de un tercero. La situación es más regresiva y psicótica, es el ataque envidioso a la madre, de quien Kevin no se ha separado.
Kevin se enferma. Eva lo encuentra desmayado y vomita. No puede tolerar la llegada de Celia. Eva lo atiende. Kevin le aprieta la mano a Eva, en gesto cariñoso, y le pide disculpas por haber ensuciado con su vómito, un intento de disculpa por su incontinencia- agresión oral.
Permite, muy atento, que Eva le lea un cuento: Robin Hood. Kevin se recuesta en ella. Con estos gestos cariñosos parece darse un acercamiento libidinal hacia Eva por lo amenazado que se siente por la llegada de la hermana. Entra el padre a la habitación y Kevin, en idilio con la madre, le pide al padre que salga. No hay espacio para Franklin y el padre lo acepta.
Eva pinta el cuarto de Kevin. Sigue en su proceso de reparación. En ese momento tocan a la puerta dos vendedores de parcelas de cementerio y le preguntan: «Sabe adónde irá después de muerta?». Eva responde:»Al infierno, sufrimiento eterno». Verbaliza, claramente, su culpa y sufrimiento. Requisitos indispensables para poder reparar.
Eva le pregunta a Kevin si quiere gelatina o sándwich para el almuerzo y Kevin le responde, agresivamente, que le importa un culo. Pulsiones agresivas orales y anales se mezclan.
Franklin le regala a Kevin un Arco y Flechas de juguete. Los dos juegan, en el jardín, tiro al blanco. Es la manera que tiene el padre de darle al hijo lo masculino- flecha- pene. Seguidamente, Kevin apunta hacia Eva y le dispara una flecha. Kevin quiere «penetrar» a la madre sádicamente. Se representa la etapa fálica, violenta en un niño sin límites. Franklin no interviene.
El maltrato de Kevin se dirige a Celia. Kevin se siente maltratado, pero no puede pensarlo y coloca su agresión y maltrato, vía identificación proyectiva, en su hermana. Celia es la amarrada- secuestrada, la retardada, la basura-desecho que debe aspirarse. Él no. Quiere desaparecer a Celia. No quiere a nadie entre él y la madre.
El daño en Kevin es irreversible. Ya la estructura psicopática- psicótica, que se había venido fraguando a través de su desarrollo, está consolidada. No hay vuelta atrás.
Eva abre la puerta del baño (sin seguro) y encuentra a Kevin masturbándose. Kevin prosigue su tarea con más fuerza mientras observa a Eva con una mirada que conjuga placer y violencia. Se confirma la mezcla pulsional-erótica-incestuosa y tanática (destructiva) en el vínculo. Eva calla y cierra la puerta.
Un compañero de trabajo, en una fiesta, la violenta. Eva tiene serias dificultades para poner límites. Evita el enfrentamiento. Lo mismo ocurrió con Franklin. Nunca pudo sentarse a hablar seriamente de Kevin con Franklin. El título de la película, Tenemos que hablar de Kevin, se quedó en el » tenemos». La fragilidad yoica es una característica de la personalidad de Eva.
Eva ve a Kevin, observando la publicidad de su nuevo libro, en una librería. En la portada el rostro de Eva. Está muy interesado incestuosamente en su madre, pero lo niega. Por su parte, la madre lo invita a jugar al golf «para quitarle la virginidad». Justo, en ese momento, Kevin tiene en la mesa dos rebanadas de pan separadas, que representan a Kevin y a Eva indiferenciados (iguales). Primero, unta con mermelada roja una rebanada y, después, une las dos rebanadas fuertemente. La mermelada roja se desparrama, se chorrea. Símbolo, nuevamente, del vínculo violento que los une.
Aparece lejana la madre de Eva, vía telefónica; después de acaecida la masacre. Eva finge estar muy bien, preparando una reunión para Navidad. En realidad está sola y ambas están, emocionalmente, aisladas, como lo está Eva de Kevin. Hay una madre con la que no se comunica. Eva tuvo una falla en el vínculo con su madre. Eva no pudo ser contenida en sus angustias por su madre y por eso está incapacitada para contener a Kevin. Esta escena nos da una pista de su no deseo de ser madre y de su miedo-rechazo hacia la maternidad.
En Navidad, a Franklin no se le ocurre otra cosa que regalarle a Kevin el mejor Arco y Flechas pero, esta vez, se trata del más «poderoso». Se repite, por tercera y última vez, un elemento auditivo muy simbólico: el sonido del surtidor de agua que anuncia destructividad y muerte. Estos surtidores proyectan agua. La proyección es quizá el mecanismo más característico de la psicosis. El sonido aparece en la primera escena, cuando la cortina se proyecta hacia el espectador, detrás de ella están Franklin y Celia asesinados por Kevin; cuando Eva regresa a su cuarto y ve sus mapas y recuerdos destruidos por la pistola de pintura de Kevin y, en el momento, en que Eva ve a Kevin practicar con su nuevo arco y flechas.
Eva encuentra a la mascota de Celia triturada en el fregadero. Es lo que Kevin quiere hacerle a Celia. Lo pulsional destructivo en Kevin va en aumento.
Kevin le quema el ojo a la hermana con un destapacañerías. Franklin mantiene su negación y escisión extremas. Estas defensas le permiten no ver una realidad terrible en su hijo. Le es más fácil negarlo y a través del mecanismo de escisión e identificación proyectiva, colocar y controlar todo lo malo en Eva, a quien le dice: «Tienes que hablar con alguien». De esta manera, mantiene a Kevin «intocable», conteniendo todo lo bueno (producto de la escisión y proyección).
Eva, controlada por Franklin, le agradece a Kevin haber llamado a la ambulancia y le pide que no se sienta culpable. Muestra una gran frialdad y ausencia absoluta de sentimiento de culpa. La cámara acerca dos tomas muy significativas: primero, Kevin toma un fruto semejante a un globo ocular, lo pela y lo tritura con sus dientes. Con un acto, escenifica lo criminal hecho a Celia, que la palabra no comunica.
Segundo, Kevin dice «Es un gusto adquirido» mientras tritura el «fruto». El sadismo oral (fruto- ojo triturado) y el anal (destapa cañerías- triturador de basura) extremo va en aumento.
Franklin y Eva conversan sobre una posible separación. Kevin los escucha y, por primera vez, parece sentirse culpable por algo. Es una culpa persecutoria, psicótica. El que la padece se destruye y ataca todo ferozmente. Kevin, entonces, atacará y aniquilará porque se siente atacado y aniquilado desde adentro. La psicopatía da paso a la psicosis, que predomina.
Eva sigue limpiando minuciosamente. Las manchas de pintura roja cada vez son más pequeñas. El trabajo reparatorio, en lo interno, va «limpiando» la culpa que, ahora, también es menor.
A Eva le avisan de una tragedia ocurrida en el colegio donde estudia Kevin.
Una vez ahí, toda la luz de la escena es roja, la puerta del gimnasio también. Kevin se entrega, parece complacido. Al salir, mira a la madre.
Kevin con su arco y flechas penetró, mató e hirió a todos los jóvenes concentrados allí, en el gimnasio. El «arma», regalo paterno, simboliza el pene- padre sobre el que Kevin proyectó su ira por sentir que Franklin (y también Celia) se «entrometían» entre él y su madre. Los sentía como unos intrusos-asesinos. El odio proyectado hacia el padre y Celia es devuelto (proyección- introyección) y Kevin se siente también odiado por ellos. Por eso los mató.
Previo a la masacre, colocó candados en todas las salidas. Y comenzó la cacería cual Robin Hood, símbolo de libertad y justicia. Defensor de los pobres y desvalidos. Así se sintió Kevin, pobre y desvalido de amor materno. Sin la vitalidad que da el contacto amoroso con la madre.
Kevin, con el acto omnipotente, escenifica y comunica el trauma del bebé Kevin que se sintió encerrado (candados) en el vientre (gimnasio) de una madre depresiva, que no lo deseaba. Cada compañero al que asesina es Kevin (es decir, él mismo) que se sintió violentado in útero y desde que nació. Aniquilando a sus compañeros, Kevin repite «el asesinato» del cual él mismo fue objeto y se «libera». Los estudiantes son «Kevins» multiplicado-fragmentado y proyectado con violencia (psicosis). En su fantasía inconsciente y, al momento del acto, en la realidad, cada fragmento (Kevin) existe afuera de él y ataca a Kevin con hostilidad. Por eso, en su mundo psicótico, «se defiende», atacando. Una vez que termina el acto, se inclina en reverencia. La pantalla se tiñe del rojo de la violencia y del azul de la frialdad con que consumó la masacre.
En otro plano de su inconsciente, mucho más evolucionado, Kevin necesitaba ser apresado, detenido, contenido. Necesitaba límites proporcionales a su extrema violencia.
Eva termina de arreglar la casa, el cuarto de Kevin. Todo está en su lugar. Parece haber realizado una elaboración exitosa de la terrible situación traumática. Observa la casa desde afuera completamente limpia del color rojo y un tren, al fondo, termina de pasar. El tren de sus pensamientos, de su elaboración y reparación.
Va a visitar a Kevin a la cárcel de menores que, luego de dos años, se ve más sereno. Escucha a Eva. El «cambio» puede tener que ver con la contención-cárcel. Sin embargo, Kevin se calmó principalmente porque destruyo a Eva o, por lo menos, así lo cree. Descargó su violencia. Kevin necesitaba a su madre para descargar su agresión y mantener cierto equilibrio psíquico, por eso, no la mató. Eva era una prolongación narcisista de Kevin.
Eva le pregunta a Kevin que porque lo hizo y Kevin responde: «Creí que lo sabía, ahora no estoy tan seguro».
Kevin no puede saberlo porque su destructividad pulsional es inconsciente. Únicamente puede llegar a la descarga de contenidos mentales, principalmente, por actos (acting-out).
Eva lo abraza, pero no es un abrazo amoroso o de perdón. Parece un intento de contención violento. Los brazos de Eva son como una camisa de fuerza que lo aprieta. En el abrazo, Eva «contiene» con su mano la cabeza de Kevin. Él se deja acoger.
Eva (como aturdida) sale, camina de frente hacia afuera, donde hay una luz blanca y brillante. Todo parece estar más claro para ella. Eva sigue su camino.